Las inversiones directas se refieren al proceso mediante el cual una persona o entidad invierte capital directamente en un negocio, activo o proyecto específico, sin pasar por vehículos de inversión colectiva como fondos mutuos, fondos de cobertura o fondos cotizados en bolsa (ETFs). Este tipo de inversión suele implicar una participación significativa en la propiedad, lo que puede incluir una implicación activa en la gestión o gobernanza.
Las inversiones directas pueden adoptar diversas formas, dependiendo de los objetivos del inversionista y la naturaleza del activo objetivo:
Las inversiones directas ofrecen un enfoque diferenciado para la asignación de activos a quienes buscan un mayor compromiso, creación de valor a largo plazo y alineación con objetivos estratégicos o personales. Aunque las recompensas pueden ser significativas, el éxito suele depender de un análisis disciplinado, una supervisión estructurada y una comprensión profunda de los riesgos y responsabilidades asociados.